viernes, 25 de mayo de 2012

El entierro

Cuento para Nietos - Juan Ricardo Germán

El Entierro 

Dedicado a un buen amigo que no quiere que escriba cuentos tristes.

Temprano al salir el sol inició las tareas diarias. Con la azada desyerbó las talas de yuca, maíz y yautías. Sacó del corral a los cabritos y alimentó a las gallinas. Más tarde regresó al bohío a tomar el café puya acompañado con un funche preparado por Doña Saro de desayuno. Bajando a la quebrada se sumergió en las cristalinas aguas en un baño matutino. De regreso se vistió de blanco con la almidonada camisa de mangas largas y el pantalón de hilo ajustado con el verde cinto. Calzó los botines negros, aquellos que con celo guardaba para ocasiones principales.

Bendición mamá.

Dándole un beso en la frente Doña Saro añadió:
Dios te bendiga hijo y espero logres tu anhelo.

Salió contento, esperanzado según adelantaba por el trillo que conducía desde su bohío hasta el camino principal. A su paso escuchaba pitirres y jilgueros acompañándolo con sus cantos. Ahora su barrio de Montones le parecía el paraíso, su tierra de breve altura interrumpida por lomas y piedras ígneas alineadas a las orillas como remembranzas de una desconocida y prehistórica historia indígena. Cuánto imaginó en sus años tiernos ser el cacique de un yucayeque al estar sentado sobre las mismas.

     Llegado al camino principal se dirigió hacia el oeste. Iba cantando bajito, entre labios aquella canción que dice así:

“En las montañas de Borinquén bella 
Entre las sombras de un platanar, 
Vive mi amada linda doncella 
La jibarita de mi cantar 
Cantan las aves en la enramada 
Murmura el río una oración 
Y en la venta de mi adorada 
Se oyen las notas de mi canción.”

Vadeó los profundos baches producidos por las ruedas de los carros de bueyes en su transitar llevando la caña de azúcar hasta el centro de acopio donde la recogen los camiones para llevarla a la central. Montones, su paraíso, ahora convertido en otro hato dependiente del monocultivo insular.

Buenos días Don Franco
¿Cómo estas muchacho? ¿Qué milagro que estés hoy domingo por acá?

Con el debido respeto hizo la petición hablando despacio y con determinación. Al terminar sus palabras tenía una sonrisa en los labios esperando respuesta. Don Franco sin alzar la vista siguió amolando el machete mientras le escuchaba. Luego mirándole fijo a los ojos en forma adusta contestó:

- Mijo, usted podrá ser persona honrada y trabajadora, pero no tiene recursos. No es hombre para mi hija.

Tras las celosías Jovita escuchaba la sentencia de su padre y en un llanto silente se ahogó. Si no era el Marcelo, no sería de nadie. Prefería entrar a un convento o convertirse en una amarga solterona. Siempre lo quiso desde cuando eran infantes, desde cuando de niños retozaban en el agua del riachuelo que dividía las dos fincas. Fue más tarde pasados los años primarios que coincidieron en las fiestas patronales del pueblo. Conversaron, montaron en las machinas y él, atrevidamente, le robó un beso. Beso que aún recordaba con pasión. Se vieron a escondidas y esperanzados visualizaron juntos una vida futura. Ahora papá le mataba todas las ilusiones.

- Respeto su decisión Don Franco, pero espero que algún día cambie mi suerte y me acepte como yerno.

Montones, su paraíso, ahora convertido en otro hato dependiente del monocultivo insular. La única oportunidad disponible para adelantar el paso, es decir ganar dinero era convertirse en peón de cañaveral. Blandir con bravío el machete de lado y lado tumbando la caña y demostrar que se era más diestro que los demás en acabar con el callejón asignado. Si por suerte el capataz se daba cuenta obtendría más certeza de ser empleado en la próxima zafra. En el intermedio vendría el tiempo muerto. Tiempo donde se depende únicamente del producto de las talas alrededor del bohío y de los animales de crianza para sobrevivir.

     Así nunca levantaría cabeza ni podría aspirar a que le concedieran su mano. La otra solución, la inmediata, aunque sabía ella estaría dispuesta por el amor que compartían no quería forzarla; no quería raptarla. No quería que con el tiempo dijeran que era una cualquiera aunque más tarde fuera su esposa y señora con todas las bendiciones eclesiásticas. Mejor esperar con resignación que cambiara su ventura. De darse el caso seguiría hacia la altura donde se respira el aire más puro y cada jíbaro tiene su conuco sin tener que depender de la caña. Empeñado en mejorar suerte consiguió un segundo trabajo. En la época muerta trabajaría en la hacienda de Don Anselmo. Era una hacienda en terrenos más altos camino hacia la Montaña Santa de Guavate. Allí se cultivaba el café, los guineos y las naranjas.

     Esa tarde la madre al verlo venir con desánimo le dijo:

- Mijo no te preocupes que rezaré por lo tuyo e invocaré a todos los santos. Tú has sido un buen hijo y ni Dios, ni la Virgen te desampararán.

En esa semana, a pesar de las prohibiciones anunciadas por los curas, Doña Saro asistió a un Tendido Blanco. Era la versión criolla de los adeptos a Kardec. Doña Nina que presidía la sección tornó los ojos en blanco al escuchar la consulta. Tras dos o tres convulsiones, derramó el vaso de agua y cambiando el tono natural de su voz dijo:

- Antes de que concluya el tiempo muerto encontrara un entierro para su felicidad.

Con el mismo ahínco que blandía el machete en las calles de caña, era su esfuerzo con el pico y la azada abriendo nuevos surcos en la montaña para sembrar. Fue en uno de esos tirones que se topó con el cofre enterrado. Cauto, sin que otros se dieran cuenta se apartó a un lugar más despoblado y descubrió su contenido. Contenía el cofre muchos doblones de oro españoles de la época de la colonia. En la nota manifestaba que eran parte de la herencia de los hijos de Navarro y que había sido enterrado ante la posibilidad que los conquistadores americanos quisieran privarlo de su caudal. Añadía la misiva que en caso de que no fuese su propia familia el que los encontrase hiciera el favor de hacerle llegar el contenido a sus descendientes.

     Ahora se encontraba en una encrucijada. Conocía unos Navarros que según los rumores fueron en una ocasión de las principales familias de la región pero que luego de la invasión habían venido a menos. Por otro lado pensaba que con aquellos doblones de oro, que constituían una fortuna, bien podría comprar una finca en la altura y casarse con su Jovita. Tendría los recursos para demostrarle a Don Franco que era digno de su hija. ¿Qué haría? ¿Ser honrado y devolver aquel caudal a sus legítimos dueños o por el contrario asegurar su felicidad? Pudo más su honradez que el asegurar su sueño. Se comunicó con los Navarro y le hizo entrega del tesoro. Para su dicha y sorpresa en agradecimiento de su hazaña y verticalidad le dieron la mitad de la fortuna encontrada.

     La última vez que vi a Marcelo estaba contento y feliz. Don Franco lo aceptó como yerno concediendo la mano de su hija. Establecieron su casa en la parte alta de Montones, en ese punto medio donde se cultiva la caña y el café. Cantaba al unísono con su amada esposa la siguiente estrofa que dice así:

“No hay otra tierra como mi tierra 
De ricas mieles y buen café 
Por eso siempre mi vida entera 
En mi bohío yo viviré”.

18 de mayo del 2012 
Toa Baja, Puerto Rico
Por Juan Ricardo Germán
E-mail: amendezjr@hotmail.com


Vocabulario:
Yuca: nombre común de diversas liláceas del género Yucca. Son plantas hermafroditas, de flores actinomorfas con 6 estambres y ovario súpero trilocular. Son originarias de las regiones tropicales y subtropicales de Centro y Norteamérica. Entre las especies más conocidas se encuentran: Yuca gloriosa, Yuca filamentosa y Yucca aloifolia.
Yautía: Xanthosoma sagittifolium (L.) Schott para una especie de uso ornamental y comestible, a la que se le conoce como aro, bore, chonque, macabo, mafafa, mangareto o mangarito, mangará-mirim o mangarás, ocumo, oreja de elefante, rascadera, taioba, yaro , malanga y yautía. Es una especie de la familia de las aráceas, originaria de América Central, cultivada extensamente en las regiones tropicales, que producen cormos, ricos en almidón y que contienen entre 1 y 8,8% de proteína. El yaro es muy semejante al taro. En el Oriente venezolano es común denominar al cormo comestible ocumo blanco para distinguirlo del ocumo chino (Colocasia esculenta).
Bohío: cabaña de América, hecha de maderas y ramas, cañas o pajas, etc. sin más abertura que la puerta.
Café puya: (?)
Funche: La polenta es un alimento, cereal, gacha o puche originario del norte de Italia, muy difundido en Argentina, Austria, Chile, Suiza, Bosnia, Croacia, Perú, Eslovenia, Portugal (principalmente en la isla de Madeira) y Uruguay, también es muy consumido en Córcega, Saboya y Niza al sur de Francia, así como en los estados de Río Grande del Sur, Santa Catarina, Paraná, Espírito Santo y São Paulo al sur del Brasil; siendo también consumida -especialmente en temporadas frescas- en Paraguay, México e incluso Venezuela (donde se le da el nombre de funche).
Trillo: instrumento para trillar que consta de un tablón con cuchillas de acero o pedazos de pedernal en su parte inferior.
Pitirre: Tyrannus dominicensis, pitirre abejero o pitirre, especie de ave del sudeste de los Estados Unidos, las Antillas, Panamá y el norte de Sudamérica. Pertenece a la familia Tyrannidae del orden Passeriformes.
Yucayeque: aldea, poblado, territorio.
Hato: ropa y pequeño ajuar para el uso preciso y ordinario. Porción de ganado mayor o menor. Sitio fuera de las poblaciones que los pastores eligen para dormir y comer mientras permanecen allí con su ganado.
Silente: silencioso, callado.
Machina: (?) Es probable que el autor se refiera a un tiovivo, carrusel o algo similar.
Jibaro/a: Americanismo: campesino silvestre.
Conuco: La agricultura de subsistencia es un modo de agricultura en la cual una parte de la tierra produce sólo lo suficiente para alimentar a la familia que trabaja en ella. Comúnmente, a las extensiones de tierra con dicho fin se les llama conuco. Dependiendo del clima, condiciones de suelo, prácticas agrícolas, cultivares, crecimiento del cultivo, estatus de tenencia de la tierra y facilidades para mercadeo, se requiere generalmente entre 1.000 y 40.000 m2 (de 0,1 a 4 ha.) por persona. En algunas áreas del trópico húmedo en Sudamérica, una explotación de ganadería extensiva de subsistencia puede requerir entre 15 y 20 ha./cápita o más.
Guineo: Banano, en ciertos países tropicales y subtropicales.

Fuentes consultadas:
Gran Diccionario Salvat, Salvat Editores S.A., Barcelona, España, 1992; es.wikipedia.org


viernes, 10 de febrero de 2012

Réquiem al amor

Esta tarde salió el cortejo, se la llevaron; se marchó definitivamente de mi lado. Sentí nostalgia, una profunda congoja, una angustia, hasta se me aguaron los ojos y tragué hondo al verla partir. Ahora escribo tal que no la olvide, tal que descanse en paz. Escribo por la necesidad de transmitir lo que siento, es que no soy persona de hablar. Desde siempre me enseñaron a ser taciturno, mudo, contestar en monosílabas y si es posible por señas; nunca manifestar opiniones o sentimientos. Ser una persona insustancial.

     La conocí al final de las vacas flacas, más bien al final de las esqueléticas, que flacas aunque engordando con las más recientes lluvias, aún están. Transitaba por el período donde nos percatamos que, a pesar de los muchos estudios o experiencias profesionales, luego de traspasar el medio siglo nos convertimos en bagazo, en despojos para las corporaciones oficiales. El momento en que dejamos de ser asalariados y comenzamos a ver cómo nos las ingeniamos para llevar sustento al hogar. Con cuatro aún por levantar, que aún no se habían emancipado, me faltaba aún un largo trecho.

     Fue para ese entonces que me reinventé, comencé a chiripear, hacer lo que se presentara con tal de ganar algunos reales. Como parte del invento decidí ser un agricultor aficionado y procesar parte de la cosecha que cultivara en la finquita. Finca que compré al "compay" Miguel, previendo que algún día dejaría de ser viable en la fábrica manufacturera. Se acabarían los escritorios en las oficinas con aires acondicionados y tendría que doblar el lomo. Habría de abrirme el camino así fuera a machetazos. Cumplir como fuese la obligación contraída al traer mis hijos al mundo hasta que se bastaran por sí mismos.

     La vi atractiva, nítida, robusta, reluciente. Era tan blanca como la nieve y sus ojos dos luceros brillantes. Al penetrar en su ser sentí un aire refrescante, renovaba mi energía, me sentí como mozuelo con su primera conquista. Comenzamos juntos trascurrir, a vibrar al unísono. Fue un amor a primera vista; sería mi nueva amante. Iniciamos nuestra travesía, nuestros paseos íntimos. Junto a ella veía el mundo diferente, como en los años de juventud y bonanza. Temprano escapábamos e íbamos a recorrer caminos. Ascendíamos montañas llegando hasta algún proyecto industrial que requiriera por alguna casualidad de nuestro conocimiento especializado; con el transcurso del tiempo fueron menos, pocos, ningunos. Mientras tanto ella me esperaba discreta en lo que terminaba mi labor. En los fines de semana nos fugábamos hacia la finca, disfrutábamos del rocío de la mañana y en ocasiones de la niebla que se produce en los meses invernales.

     En esas instancias nunca me negó su calor reconfortante. Exudaba optimismo al comenzar un nuevo ciclo en la vida. Desde ahora, junto a ella, sería yo mi propio dueño; un hombre libre que por su propio esfuerzo definiría su porvenir. Plantaría nuevas siembras, talaría lo sembrado, abriría surcos, iniciaría sendas y caminos en el bosque, acamparía bajo el raso de un estrellado cielo, cosecharía los frutos, los procesaría y vendería en el mercado. Allá en la altura, en "Ciales" que es decir cielo, siempre me ayudo a cargar los frutos cosechados; fuese café, chinas, naranjas, toronjas, ñames, chayotes, panas, guineos o yautías. Otras cosas nunca supo, pues las llevé en los bolsillos del pantalón por ser más livianos: cundiamor para la diabetes, higuillo para los cálculos renales o granos de achiote de colorante.

     Nunca fue celosa que montara algún pasajero; en todo caso discreta. Si la situación con el transeúnte era tensa subía el volumen de su voz cantando. Decir que todo fue perfecto entre nosotros sería mentir, hubo desavenencias. En más de una ocasión tal vez por mi negligencia, se puso mala, se descompuso en medio del trayecto y me vi apremiado en buscar un remedio que atendiera su mal. Le di su libertad, tampoco soy tan posesivo como para no compartir mi pan con los demás. Aunque en esas ocasiones me quedaba con el corazón en las manos, esperando que pronto regresara a mi lado. Pero a pesar de todo siempre seguimos, más agradable fueron las aventuras evadiéndonos a ignotos parajes, lugares desconocidos donde el amor compartimos.

     Maduramos juntos, quizás yo más que ella por haberla encontrado tarde en mi vida. De los ideales iniciales, los frutos económicos, los materiales; esos fueron exiguos, pocos. A pesar de su esfuerzo yo ya no tenía ni la edad o sabiduría para sacarle provecho. Siempre he sido mal vendedor. Nunca entró en mi psiquis que al alguien decir no puedo o no quiero comprar lo que vendes, se refería a los productos ofrecidos y no a mi persona.

     Fue en el pasado verano austral, aunque acá. en el hemisferio septentrional. En unas de sus salidas donde no estuve presente. Se dieron circunstancias imprevistas, se produjo una colisión. Por suerte su acompañante, que es sangre de mi sangre salió ileso, sin ningún rasguño. Me llamó desesperado para dar la mala nueva. Ella, ella, mi compañera quedó agonizante. Tras un mes acudí al especialista que me notificó que su vida no era viable.

     Hoy se produjo su muerte definitiva. Cerré un capitulo de mi vida. Ese, el intermedio en el que dejamos de ser mayores para convertirnos en viejos. Donde decimos adiós a las tardías ilusiones y comenzamos a prepararnos para la otra vida.

     Hoy le dije adiós, a mi vieja camioneta, a mi Ford Ranger.

     En la noche llamé al amigo que la condujo a su nueva vida. Me dijo que había llegado bien a la altura, que había llegado bien hasta el cielo.



Juan Ricardo Germán
E-mail: amendezjr@hotmail.com



sábado, 26 de noviembre de 2011

A la memoria de mi padre (VI)

Capítulo VI


El miércoles se presentó temprano al trabajo y comenzó con la faena de surtir la tienda central. Fue a eso de media mañana cuando le avisaron que Don Juan requería de su presencia en el despacho.


- Buenos días, adelante muchacho.
- Buenos días Don Juan. ¿En qué puedo servirle?

El rostro de Don Juan no era el usual, se le notaba serio, austero. A pesar de su usual cortesía, el tono de voz era grave. No era el que él estaba acostumbrado a escuchar. ¿Acaso alguien le habría contado sobre lo del día anterior? ¿Estaría molesto porque no le dijo la verdad? Trataría de explicarle su relación con los muchachos, que era como su única familia.

- Te llamo acá pues no quiero hacerte avergonzar frente a los demás dependientes. Se ha presentado una denuncia en contra tuya por robo.

Quedó pálido, no sabía que contestar ante lo insólito de lo que oía.

- Le he dicho al oficial policíaco que yo mismo te conduciré a la audiencia. Quiero que me cuentes, pues no puedo creerlo, siempre te he considerado una persona honesta.
- Don Juan eso es una mentira, usted sabe que yo no soy persona de robar. ¿Acaso ha faltado algo en el almacén el tiempo que llevo trabajando?
- Esa es mi impresión, pero la acusación es grave; así que sincérate conmigo. El delito fue cometido ayer y tú me dijiste que estabas enfermo.

Alejandro viendo que no tenía otra salida que contar la verdad procedió a narrarle todo lo acaecido el día anterior y su relación afectiva con la cuadrilla de amigos. Don Juan escuchaba escudriñándole el semblante, tratando de leer en el mismo la sinceridad del joven.

- Me hubiese dicho toda la verdad antes de ausentarte y aunque me hubiese contrariado trataría de entender. Pero al mentirme me has puesto en una posición comprometida, ya le declaré al oficial sobre la excusa de tu enfermedad. Pero vayamos hasta la audiencia a ver de qué se trata la acusación y cómo podemos arreglar este enredo.

El tribunal municipal localizado en la calle San José quedaba a un par de cuadras del almacén. Don Juan fue caminando junto al muchacho y entraron por la puerta principal que da a la Plaza de Armas.

- Buenos días oficial, vengo a ver a Don Justino Zacarías, el juez de instancia.
- Buenos días Don Juan, gracias por traernos al encausado. Tome asiento mientras le aviso al juez. Tú muchacho, ven conmigo, hasta que no se vea el caso estás detenido.

Le trasladaron a la celda provisional que se tiene para los que compadecen a juicio. Una hora más tarde se presentaba ante el juez.

- Todos de pie, el honorable tribunal entra en sesión.

Comenzó el desfile de los encausados del día para alegar inocencia o aceptar culpabilidad. En cada instancia la fiscalía exponía la prueba correspondiente y se debatía someramente. El juez determinaba al instante cualquiera de las siguientes alternativas: culpable para quien admitiera los cargos, asignando una posterior fecha para sentencia; inocente para donde la prueba presentada era demasiado pobre o contradictoria; y sumariado o con fianza para un posterior juicio a fondo, ya que el imputado no admitía los hechos pero la prueba desfilada era robusta.

     Alejandro fue el sexto en presentarse en sala.

- Diga su nombre al honorable tribunal
- Alejandro
- ¿Alejandro qué? ¿Acaso no tiene usted padre y madre?
- Alejandro Rivera, que dicen se apellidaba mi mai.
- ¿Cómo se declara usted de los delitos imputados por el ministerio público?

Don Juan se levantó y tomó la palabra.

- Honorable juez, pido de su venia para intervenir por el muchacho, es muy joven y no conoce de estos procedimientos y formalidades. Agradeceré me informen quién le acusa y de qué delito. ¿Con qué pruebas se evidencia la alegación?

El juez, que previamente se había entrevistado con el peticionario, conocía de la buena pro de Don Juan Urrutia. Dándole una mirada al fiscal de instancia dijo:

- Haremos una excepción por esta vez al procedimiento normal de esta corte en consideración que el acusado es un menor de edad y nos solicita una persona distinguida dentro de nuestra sociedad. Licenciado Clavel, puede usted ponernos al tanto de los pormenores del caso.

El licenciado Clavel, representante del ministerio público, se acercó al estrado e invitó a Don Juan para que se aproximara. Hablando en un volumen bajo y en un tono sosegado, tal que el resto de los presente no oyera, procedió a informar los detalles del caso.

- Temprano en la mañana de hoy se presentó en el cuartel de la calle Marina, el señor Atanasio Bermúdez. Denunció que esta madrugada al despertarse para ir a su trabajo se percató que le faltaba dinero en su cartera. Dice que ayer cobró el jornal de dos semanas de trabajo y ésta consiente que le faltan alrededor de cuarenta pesos (sic dólares). Alega que ayer en la tarde vio al imputado en la taberna de Don Eulogio Sotomayor, localizada en la calle Luna, celebrando con una padilla de callejeros y pagando a todos sus compinches por lo que consumían. Por eso, esta mañana atando cabos, dedujo de dónde salió el dinero y denunció al ladrón.
- Luego de realizada la denuncia se originó la investigación de rigor. Don Eulogio Sotomayor confirmó la celebración, pero dijo que era por un botín que los muchachos habían encontrado en el fondo de la bahía. Añadió que como son cosas de muchachos no puede afirmar ni negar la veracidad de lo que decían.
- Más tarde acudió un oficial de ley a donde pernocta el acusado. Solicitó y obtuvo el permiso del dueño del apartamento para requisar el cuarto del imputado. Hallándose allí escondido en una bolsa debajo de la colchoneta del catre la cantidad de treinta y cinco pesos, que se presupone es el fruto del delito denunciado.
- A mi entender el caso es evidente.
- O muy circunstancial, replicó Don Juan.

Don Justino alzó la mano solicitando a los dos calma. Conocía de referencia a los dos involucrados. A Alejandro por que en ocasiones había llevado mandados a su residencia y su esposa le había comentado de lo responsable que era el muchacho. A Atanasio, el Chano, por medio de la impresión que le había dado su hija de lo contado por su amiga Lucrecia.

- Este asunto lo terminamos aquí y ahora. El caso queda sobreseído. Dudo sobre tal acusación, si el joven tuviese tal inclinación hace tiempo lo hubiésemos detectado. Constantemente lleva mandados y cobra en efectivo lo cual le daría oportunidad para sisar y por la experiencia que se ha tenido nos dice lo contrario. De otro lado no hay una explicación razonable de cómo obtuvo el dinero. Dándole la duda al Señor Bermúdez se le restituirá lo encontrado a cambio de que no prosiga con su alegación.


- Don Juan, usted hable con el Señor Alcalde. Él me comentaba en pasados días de una institución, que no es cárcel, donde muchachos como Alejandro, que no tienen familia, pueden estudiar y aprender oficios. Sospecho que aunque la acusación sea falsa, el mantenerlo expuesto al mismo ambiente puede llevar a que se descarrile. Mejor cortemos por lo sano. Que aunque de momento duela el que se le envié a la institución, más tarde lo agradecerá.

Dando un malletazo llamó al siguiente caso.

31 de julio 2009



Juan Ricardo Germán
E-mail: amendezjr@hotmail.com







martes, 15 de noviembre de 2011

A la memoria de mi padre (V)

Capítulo V


- ¡Alejo! Llega un barco el martes. Pide permiso en la tienda, que vienen turistas de dinero según me dicen.

     A sus quince años Alejandro ya era empleado temporero en los Almacenes la Giralda. Se ocupaba de acomodar la mercancía importada en el depósito central y desde allí surtir los estantes de los diferentes departamentos de la tienda.

- Veré a ver que me invento. No me gusta quedar mal con Don Juan, el gallego es estricto en sus cosas.

     Conoció a Don Juan Urrutia, el dueño de la Giralda un día en la plaza mientras lustraba zapatos. El don quedó satisfecho con el brillo del calzado y le dio cinco centavos en vez de los tres que era usual. Desde entonces fue un cliente habitual del muchacho. Así, poco a poco, se conocieron. Fue reclutado inicialmente para hacer mandados, más tarde como repartidor a domicilio de los clientes próximos a la tienda. Meses más tarde lo acomodaron en el almacén donde recibía una peseta por día de trabajo, aparte de las propinas por las entregas realizadas. Con el salario devengado logró tener cama fija en el apartamento de Don Andrés, antiguo vecino de su finada madrina. Ya contaba con dos mudas de ropa presentables, aparte de la ropa diaria de trabajo.

     Herminio insistió.

- Me dicen que son gente de alto copete, de mucha lana los que vienen. No le dejaremos el botín a los esmallaos de Cataño.
- Cuenta conmigo, le diré a Don Juan que me encuentro indispuesto con un dolor de cabeza por un resfriado.

     El martes el vapor Concorde arribó al puerto de San Juan. El trasatlántico de lujo había partido una semana antes desde Nueva York transportando una clientela selecta. Era un grupo de la alta sociedad huyendo de los rigores invernales. Venían con la curiosidad de ver el recién adquirido territorio y conocer los nativos. Descendientes de los Morgan, Rockefeller, Vanderbilt, Carnegie, Armstrong y Couger, junto a sus amistades y servidumbres, aprestaban a valorar las oportunidades que pudiese ofrecer la isla para sus intereses. A la vez hacer aportaciones caritativas para contribuir a la civilización de los isleños.

- ¡Mira, mira! Lo que tiran no son vellones, son pesetas.

     A cada tirada de monedas por parte de los visitantes una retahíla de chicuelos se tiraba a zambuir para lograr su dinerito. Los turistas del Concord sonreían con los esfuerzos de los muchachos en la búsqueda de las monedas.

     Bajo el ardiente sol del mediodía se podía apreciar a través de las traslúcidas aguas a los nadadores sumergirse para capturar las anheladas monedas. Además de la cuadrilla capitalina, tal como se esperaba, la voz se había regado hasta el otro lado de la bahía, y los muchachos de Cataño se encontraban presente en búsqueda de su tajada.

- Los afrentaos esos siempre se enteran cuando viene un barco con gente importante. Si fuese uno de pasajeros comunes no tendrían tanto afán.

     Mientras tanto en la cubierta del Delaware una pareja comentaba:

- These boys are really something; let’s see when I start throwing silver dollars.
- Nelson please, doesn’t fool with those poor kids. If you want to help, give that money to the mission charities.
- Will do, but let’s see the boys enjoying themselves. It’s fun for them.

     Alejandro, experto en estos menesteres, no gastaba sus energías detrás de monedas de poca monta. Sabía que llegando al final es que se lanzaban las monedas de más valor.

- Alejo, siempre pendiente, esperando a ver si los de la banda allá se cansan. Hasta ahora el Guillo se ha llevado la mejor parte; los muy sobraos.

     Guillermo, mejor conocido como Guillo, era un joven nadador de Cataño un poco más joven que Alejo. Años más tarde haría historia al ganar la primera competencia del cruce a nado de la Bahía de San Juan y representar al país en los Juegos Panamericanos de Panamá.

- Tranquilo Herminio, veremos a ver cuando comience a llover dinero de verdad, a ver quien se lleva el botín.

     A la distancia se vio el relucir del brillo del primer dólar de plata. Se creó la expectativa produciéndose un momentáneo silencio. Ahora comenzaba la competencia fuerte, donde se dejaba que sólo los mejores nadadores fuesen tras los premios. Al momento que la moneda surco hacia el espacio; Herminio y Alejo por San Juan y Víctor y Guillermo por Cataño se erguieron para determinar donde impactaría. Resueltos se lanzaron en frenético nado para llegar primero al sitio determinado. Guillo demostró mayor rapidez, pero la moneda comenzó a hundirse; era necesario zambuir. Los cuatro se sumergieron comenzando bajo el agua la descomunal batalla. Se entrelazaron piernas y manos; se suscitaron empujones y jalones de lado y lado. Cada pareja luchando en equipo, uno para conquistar la presa y el otro para aguantar al adversario. Al fin, Alejandro se alzó con la moneda.

     Al subir a la superficie, Víctor le regresó el pantalón que le había quitado a Herminio en la pelea. Todos se echaron a reír. Por cerca de media hora más continúo repitiéndose la competencia por otras monedas de uno y de cinco dólares. Cada grupo se sintió satisfecho, aunque la cuadrilla de San Juan, en particular Alejo, cargó con más de cuarenta pesos. Suma superior a cuatro meses de sueldo. Luego de repartirle a cada uno al menos una peseta, los convidó a la taberna de Eulogio para pagarle un refresco.

     Eran las cinco de la tarde y algunos de los clientes fijos comenzaban a pulular cuando llegó el entusiasta grupo.

- Don Eulogio, un refresco para cada uno de los que vienen conmigo, que hoy pago yo.
- ¿Muchacho, que te pegaste en la lotería? Ahora mismo los sirvo.

     Entre risas y bromas comentaban las incidencias de aquella memorable tarde. En un extremo de la taberna escuchaban atentos tres parroquianos, comentaban entre sí:

- Mira, acaso ese no es el chamaco que le pagaste su primer palo y se lo bebió como si nada.
- Bah, que me voy a acordar. Ya a muchos hemos cogido de mingo para reírnos un rato.
- Sí, pero ése luego de pasarse el trago te puso en evidencia por algún mandado que no pagaste y te molestó.
- Y eso a ti que te importa, es asunto mío. A cada lechón le llega su Noche Buena. A hablar de otra cosa que ya me encojona el tema.


Juan Ricardo Germán
Ponce de León, Florida (EE.UU)